Gracias a la documentación fotográfica conservada, es justo reconocer que Blasco Ibáñez tuvo una acogida apoteósica al desembarcar por vez primera en Argentina, el 6 de junio de 1909. Las imágenes captadas en el puerto o aquellas que mostraban el avance del vehículo que conducía al novelista hasta el Hotel España, en plena Avenida de Mayo, no ofrecen duda alguna del carácter multitudinario del recibimiento. Aparte de ser popular entre la colonia española, también los argentinos se sintieron interesados por la llegada al país del eminente personaje, ya fuera por sus significadas credenciales republicanas, por su producción literaria o por la curiosidad que despertaba el rol que se había enfundado como defensor del hispanismo.

      Como era de esperar, los diarios y las publicaciones periódicas informaron de la presencia de Blasco en Buenos Aires, de sus conferencias en el teatro Odeón o de reconocimientos como el que le dispensó, el 14 de julio, la Academia Literaria al nombrarle miembro honorario. Hubo, sin embargo, una revista bonaerense que convirtió al escritor en objeto de representaciones gráficas que, de acuerdo con la finalidad instructiva y, a la vez, humorística de la publicación, se constituyen como documentos de suma originalidad.

      Con el subtítulo de «Semanario infantil para niños de seis a ochenta años», el primer número de la revista P.B.T. apareció el 24 de septiembre de 1904. Tenía como director a Eustaquio Pellicer, el mismo español emigrado que fundó, en Montevideo, Caras y Caretas, revista que dirigió hasta finales de 1891, y ya, en octubre de 1898, retomaría la nueva época de la publicación, en Argentina, junto a Bartolomé Mitre. La impronta de Pellicer puede servir para justificar la afinidad en muchos aspectos de P.B.T. con Caras y Caretas.

      En ambas colaboró, por ejemplo, el requenense Serrano Clavero, muy ligado a Blasco Ibáñez desde su época como redactor en El Pueblo, y que, también emigrado a Argentina, se desempeñó como redactor jefe de El Diario Español, actuando como auténtico cicerone del novelista durante su estancia en Buenos Aires e incluso en su gira posterior como conferenciante por diversas ciudades, y países vecinos. Desde luego, el animoso Blasco iba a necesitar de un apoyo técnico para poder llevar a buen término la actividad frenética que, desde una perspectiva humorística, se plasmaría incluso en forma de viñeta en las páginas de P.B.T.

      Curiosamente, el nombre y la figura de Blasco Ibáñez, que ya en 1907 había remitido una colaboración a la revista, alcanzaron cierto protagonismo en cuatro números sucesivos de la misma, casi coincidiendo con el periodo cronológico comprendido entre la llegada del novelista a suelo argentino y el final de su primer ciclo de conferencias en el teatro Odeón, del 11 y el 26 de junio de 1909. En el número 237, fechado solo un día antes de que atracara en puerto el Cap Vilano, se incorporaba una composición poética, en clave de literaria bienvenida, aunque no exenta de un tono crítico e irónico:

     No obstante, la representación que terminó imponiéndose en los tres siguientes números de P.B.T., tendría un carácter puramente visual. El 238, de 12 de junio, contenía una caricatura firmada por el alicantino José Olivella y, además, de unas viñetas alusivas a diversos títulos del autor:

     Una semana más tarde, se ofrecía con retraso a los lectores de la publicación las fotografías del paso de Blasco Ibáñez por Portugal, antes de emprender su travesía trasatlántica desde Lisboa. Pero, sobre todo, se incluía, a manera de cómic, una historieta a tres páginas en las que se desarrollaba el ajetreo diario del escritor, su intensa vida social, tras arribar a Argentina.

     Por si fuera poco, en el número 240, de 26 de junio de 1909, P.B.T. recurría otra vez al dibujo para recrear cómo los efectos de la velocidad afectan al excursionista a la hora de contemplar las maravillas que jalonaban su itinerario.

     Transcurridas tres semanas desde el inicio de la primera estancia en Argentina de Blasco Ibáñez, pudo remitir el impacto mediático provocado por lo que a algunas publicaciones periódicas se le antojó un auténtico acontecimiento. En fechas posteriores Blasco siguió teniendo en otras ciudades del país un numeroso auditorio para sus conferencias. Y lo que es más importante subrayar: su visita provocaba una expectación popular que se vio confirmada en otras fechas y en otros lares. Aunque no siempre con una representación en clave cómico-humorística como la registrada en revistas como P.B.T.