Corrían los últimos días de octubre de 1919 cuando Blasco Ibáñez, a bordo del Lorraine, divisaba la costa de Manhattan. En la Gran Manzana la expectación era máxima. Los rotativos norteamericanos venían anunciando su llegada varios días antes: «Ibanez, Famous Spanish Writter, Is Coming», destacaba un titular. Definitivamente, el novelista podía ver materializado uno de sus grandes sueños: saborear las mieles del triunfo en «the Greatest Nation in World», en un país que, además, era una gran república. Varios meses después, en las páginas del New York Tribune, del 25 de junio de 1920, hace ahora un siglo, se informaba de que el novelista se había embarcado en el France de regreso a Europa. Un grupo de reporteros lo buscó en el buque y en el muelle sin éxito. La única prueba de su partida fue la declaración de los empleados de la línea francesa que confirmaron que Blasco había comprado un billete. ¿Estaba el escritor quizá cansado del ritmo frenético que le impuso el éxito durante más de medio año? Este es uno de tantos enigmas que siguen rodeando la existencia de un personaje cuya proyección biográfica y literaria se vio marcada por su viaje a los Estados Unidos, con escalas también en Canadá y México.

Hubo un antes y un después del periplo norteamericano de don Vicente. Asimismo, dicha experiencia iba a transformarse en auténtica aventura en la que Blasco reveló su impresionante personalidad impartiendo conferencias, colaborando con la prensa y concediendo entrevistas, entablando contactos con las productoras cinematográficas o disfrutando de los numerosos homenajes en los que demostró su predisposición innata a la cordialidad: «Ibanez the Approachable».